no codició el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo
Asumiendo semejanza humana
y apareciendo en su porte como hombre;
se rebajó a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó
y le otorgó el Nombre,
que está sobre todo nombre.
Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es SEÑOR
para gloria de Dios Padre.»
(Flp. 2, 6-11)