Cruz y Sacrificio

Una amiga me pasó unas reflexiones de un Santo Chileno, el Padre Alberto Hurtado, sobre la Cruz y el Sacrificio. Excelentes pensamientos sobre la vida cristiana.

Espero que sea de su agrado, ya que más adelante publicaré otro post (más cercano al objetivo de este blog) con el pensamiento de este notable Santo.

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Amar es sacrificio, abnegación para hacer felices a los demás, para que ellos tengan lo que yo deseo para la mía. Cristiano egoísta no es cristiano.

Amor, ¡Sin un gran amor es inconcebible un gran sacrificio!

Ayudar a todos: Donación total... Y si abusan conmigo, es Cristo quien abusa ¿Qué importa...?

Cuando uno ama, con qué gusto se sacrifica.

El cristiano cuando quiere hacer una cosa con seriedad no desprecia nunca la cruz.

La cruz nos enseñará el misterio de la cooperación.

La felicidad es una realidad en el cristianismo, y sólo en el cristianismo, pero esa realidad echa sus raíces hondas en el sufrimiento, en la abnegación, en el dolor, se nutre de renunciamiento y de sacrificio: el grano de trigo, si no muere permanece sólo, para que dé fruto es necesario que muera y entonces dará fruto abundante.

La gran obra de Cristo que vino a realizar al descender a este mundo fue la redención de la humanidad. Y esta redención en forma concreta se hizo mediante un sacrificio. Toda la vida del Cristo histórico es un sacrificio y una preparación a la culminación de ese sacrificio por su inmolación cruenta en el Calvario. Toda la vida del Cristo místico no puede ser otra que la del Cristo histórico y ha de tender también hacia el sacrificio, a renovar ese gran momento de la historia de la humanidad que fue la primera Misa celebrada durante veinte horas iniciada en el Cenáculo y culminada en el Calvario.

La señal del cristiano no es la de la espada, símbolo de la fuerza; ni de la balanza símbolo de la justicia, sino la de la cruz, símbolo del amor.

La vida de Cristo tiende esencialmente al sacrificio; y la vida del Cristo moderno no puede ser otra que la del Cristo histórico, y ha de tender por eso también hacia el sacrificio.

Las dificultades debieran ser motivo para intensificar más la vida sobrenatural a fin de tener fuerzas para cargar con una cruz que a veces se luce más pesada que la de nuestros padres.

¡¡Las flores naturales son más bellas porque mueren!!

Mi espíritu de sacrificio ¡cómo no se va alimentar de esa palabra! Sacrificio para cooperar, sé la finalidad de mis dolores y eso me alienta. El hombre no rehúsa el dolor cuando hay un amor y ve que ese dolor sirve a ese amor. Escapa al dolor cuando no ama, o no ve para qué sirve ese dolor.

Nosotros tampoco lograremos imponer nuestra concepción cristiana de la vida sin sangre, pero a diferencia de esas otras ideologías nosotros no queremos sangre ajena, sino que debemos estar dispuestos a derramar la propia, si ello fuese menester porque Cristo reine en el mundo. No es el nuestro un programa de odio, sino de amor. El odio y el amor están frente a frente: son las pasiones más fuertes, pero vencerá el amor, el amor es más fuerte que el odio, y no olvidemos que Dios es amor, Deus caritas est, y Dios está con nosotros.

Si nosotros no lo rehusamos, Dios se arregla para hacernos soportar cada día más un poco más de incomprensión, un poco más de dificultades, un poco más de soledad, un poco más de dolor.

Y mientras vemos jóvenes generosos que parten a los campos de batallas a pelear batallas temporales por la que creen su causa... vemos hoy a otros que parten a una guerra más cruel, más prolongada, más sacrificada a combatir las batallas de Cristo, para dar al mundo el sentido cristiano.

Yo comprendo un gusto sensible a los cortos años cuando no se conocen todas las dificultades de la vida ni se ha saboreado la independencia; pero después cuesta, y harto que cuesta. Más aún, las mejores vocaciones son aquellas que han exigido mayores sacrificios.

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